La inclusión comienza con la empatía
Erika Quezada
Cuando hablamos de discapacidad,
lo confundimos o asociamos con la palabra “INCAPACIDAD”, según el Informe
Mundial sobre la Discapacidad de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la
discapacidad forma parte de la condición humana: “casi todas las personas
sufrirán algún tipo de discapacidad transitoria o permanente en algún momento
de su vida y las que lleguen a la senilidad experimentarán dificultades
crecientes de funcionamiento”.
La complejidad del tema y las desventajas relacionadas a la
discapacidad son múltiples, Sin embargo, las intervenciones para sobrellevar la
misma son diversas, sistémicas y varían según el contexto ¿Cuántas veces nos
hemos detenido a ayudar a cruzar la calle, a una persona con discapacidad
visual o a un adulto mayor?, ¿Qué nos detiene?, ¿Qué nos aleja?
No se pretende o se asume que las personas lo necesiten o
que no puedan desenvolverse en el entorno, no obstante, la falta de empatía con
las personas que tienen discapacidad adquirida o que nacen con ella, conlleva a
forjar un discurso, pero no a ponerlo en práctica. Estas interrogantes plantean
un escenario complejo con relación a la forma de ver y proceder frente a la
discapacidad, el deseo de “INCLUIR” no basta con superar la falta de
conocimiento, las barreras más “frágiles” de romper son la falta de
sensibilidad, los prejuicios, las costumbres y entender que garantizar
seguridad, autonomía y comodidad en el acceso y uso del entorno a todas las
personas es un derecho.
Estas asignaturas pendientes, permitirán que la estructura
del pensamiento y comportamiento colectivo cambien al entender que de la
relación inmutable y natural de las personas de disímiles condiciones,
contextos y situaciones nace de forma sublime el afecto y simpatía hacia el
prójimo. Se puede aseverar que compartir con un amigo con discapacidad, en
espacios como la escuela, en el barrio, en el trabajo o en la misma casa, te
sensibiliza hacia lo “diferente”, las situaciones de diversidad te enseñan a
ser tolerante, generar empatía, respetar las diferencias, a cuestionarte ¿Cómo
logramos que emerjan espontáneamente estas acciones en las personas sin
discapacidad?, ¿Qué puedo hacer para mejorar su día a día? Esta participación
afectiva es un arma positiva hacia la promoción de aprendizaje de mirar las
capacidades y no sus privaciones. Sin embargo, en la actualidad estas medidas
no son suficientes, las barreras y la exclusión siguen siendo una realidad, ya
que se torna más “factible” dejar de lado a una persona con discapacidad que
hacerla participe.
El reto es entender que todos somos parte de este gran
sistema de inclusión, donde además de eliminar las barreras físicas con
relación a la falta de implementación del concepto de Diseño Universal en las
ciudades, debemos romper el molde que creamos frente a la adversidad y concebir
que el inicio de todo es conseguir ser un buen SER HUMANO.
“La inclusión comienza con la empatía”, frase que nos invita
a reflexionar y concientizar que todos podemos empezar por acciones simples
como: ayudar a un adulto mayor a cruzar la calle, usar lenguaje positivo,
mejorar el trato hacia los demás, aprender lengua de señas y educar para la
empatía, elementos de buenas prácticas que contribuyen a la convivencia en
igualdad de condiciones.
Ecuador construye Accesibilidad 2019