BARRERISMO, sinónimo de Inaccesible
Seguramente para
muchos de nosotros, el término “Barrerismo”[1]
resulta desconocido y complicado, sin embargo, el significado que conlleva esta
palabra, denota una gran importancia cuando hablamos de espacios accesibles, o,
mejor dicho, espacios inaccesibles.
Esta interesante
expresión surgió a inicios del año 2019 como parte de una campaña de Fundación
ONCE, para denunciar la invasión de los espacios públicos con elementos de uso
personal y comercial, como patinetes eléctricos, motocicletas, autos mal
estacionados, carteleras, letreros, entre otros.
A pesar de que nació
como una campaña de concienciación para evitar que nuestros objetos cotidianos
se conviertan en los nuevos invasores de los espacios públicos, y, que fue
difundida específicamente en el territorio español, su connotación resulta
adaptable a cualquiera de nuestras ciudades y entornos, donde a diario podemos
observar obstáculos en los espacios de circulación peatonal.
Si analizamos la
situación actual de nuestros barrios y comunidades, que de forma paulatina y
nada reservada se van adaptando a la “nueva realidad”, observamos que
inicialmente y de cierta manera, el distanciamiento social ha beneficiado a
mejorar la accesibilidad al interior de los espacios edificados, ya que el
mobiliario de los comercios como las mesas de los restaurantes, por ejemplo, se
encuentran más separadas, permitiendo tener circulaciones más amplias y que
facilitan la movilidad autónoma y sin ningún tipo de obstáculos a las personas
que usan algún tipo de producto de apoyo.
Pero, ¿Qué pasa con
los espacios exteriores?, ¿la realidad es la misma?, la respuesta es un rotundo
no, porque el espacio que los comercios perdieron al interior, en muchos casos
lo compensan con el uso de los espacios exteriores, es decir, el espacio
público, y volvemos a la misma situación de antes, espacios inaccesibles.
En este punto, me
permito hacer una reflexión, es una realidad que todas las personas,
independientemente de nuestra actividad, en uno u otro sentido, nos hemos visto
afectados ante esta situación, pero ¿es realmente necesario adueñarnos de los espacios
públicos para “recompensar” de cierta manera lo que estamos “perdiendo” al
interior?
Si para contestar esta
pregunta, analizamos una parte del contenido de La Carta Mundial por el Derecho
a la Ciudad, que nos indica “Las ciudades
están lejos de ofrecer condiciones y oportunidades equitativas a sus habitantes”
y que dentro de sus disposiciones generales establece que, “Todas las personas tienen derecho a la
ciudad sin discriminaciones (…)”[2],
la respuesta a la pregunta hecha es no.
No cabe duda de que
esta mal llamada solución puede generar beneficios para algunos, pero también
puede causar dificultades para otros, en particular a quienes presentan más
vulnerabilidades, por ejemplo, un adulto mayor que camina con un producto de
apoyo, o, un padre que pasea con su hijo en un coche de bebé, una persona de
talla grande, una persona con discapacidad, incluso afectará a un pequeño
comerciante que se moviliza con su coche de trabajo o a un turista que se
moviliza con su equipaje, todas estas personas, ante la imposibilidad de
circular por las aceras, inevitablemente tendrán que bajar a la calle poniendo
en riesgo su integridad para poder seguir circulando ¿Cuántos de nosotros hemos
vivido situaciones similares?
Y si a toda esta
situación le sumamos la “creación” de parqueaderos particulares de motocicletas
y vehículos en las aceras, no hay mejor forma de definir esta nueva
problemática como “barrerismo”, es decir, en otras palabras, se refiere a todas
aquellas barreras u obstáculos que nos encontramos en los espacios de uso
público y que se caracterizan por ser elementos no permanentes como las
barreras de accesibilidad urbanas o arquitectónicas construidas.
¿Será que esta nueva
invasión del espacio público desaparece cuando volvamos a nuestro antiguo
estilo de vida? O, más bien el “barrerismo ecuatoriano” seguirá tomándose de
forma libre y sin control todos los espacios de circulación, sin que
consideremos la diversidad del ser humano que habita nuestras ciudades y las
necesidades particulares que tenemos cada uno de nosotros.
Antes de finalizar, me
gustaría llamar a la reflexión, a que realicemos un análisis de las soluciones
que buscamos para afrontar nuestro día a día, busquemos alternativas creativas,
es necesario hacerlo para seguir, pero consideremos que estas no afecten a
otras personas, seamos observadores, analíticos y sobre todo respetuosos con
las necesidades de los demás, porque talvez, seamos nosotros quienes mañana
debamos bajar hasta la calzada, a caminar junto con los vehículos, poniendo en
riesgo nuestro seguridad porque “alguien que tenía prisa” dejó estacionado su
auto encima de la acera.
[1] Fuente: Fundación
ONCE, campaña “Barrerismo”, 2019
[2] Carta Mundial por el
Derecho a la Ciudad, 2004